Devorando libros
Ayer acabé de leer Castillos de cartón de Almudena Grandes. Acabé con una llorera de aquí te espero. Y hoy he empezado a leer El peso de las sombras que va por el mismo camino de la llorera. A este paso, no me extraña que llueva tanto, señoras nubes que si les falta material ya les surto yo. Todo hay que decirlo me ha venido bastante bien desconectar automáticamente de la visita a un cliente. Es lo bueno de los libros. Una que le da tropecientas mil vueltas a las cosas, sé que si no hubiera tenido el libro me hubiera pasado el viaje de vuelta dándole a la cabecita. Y coger el libro y leer es mágico. En una velocidad de 100 a 0 se desconecta de lo que le ibas a dar vueltas. Cosa que te permite que cuando vuelves a bajar del tren o autobús y tienes que dejar el libro, la cosa se ha enfriado y ya no le das o tantas vueltas o tanta importancia como en el momento. Se ralentiza todo y le das su justo valor.
A alguien, no sé si en el tren, autobús, en la calle o comentario de algún conocido a otro conocido, le oí decir que en el trabajo no deben de tomarse las cosas como personales si no como trabajo. Señor, eso dónde se compra? Porque yo quiero dos kilos de eso.
2 Comments:
Si encuentras la tienda me compras un kilito a mí, que te lo pago ipso facto. ;-)
Yo también quiero un poco, que la gente dice que es muy bueno, pero tampoco lo encuentro...
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